En el Servicio de Atención a las Familias donde trabajo, recibo continuamente a matrimonios de gran duración en el tiempo. Rondan la jubilación, si no lo están ya, y en su vida se presenta un nuevo y último desafío para terminar de tambalear su relación. A veces viene una hija divorciada a vivir de nuevo en la casa, otras se cruza otra persona en sus vidas y la fidelidad se resiente, otras la propia jubilación les hace convivir 24 horas seguidas como nunca había sucedido… es el golpe de gracia.
- Sabían que su matrimonio no iba bien desde hacía tiempo pero…
- Le echan la culpa al cónyuge de que ha cambiado, de sus manías, de su sequía en las relaciones sexuales, y cuando les haces ver, reconocen ellos que también tienen su corresponsabilidad.
- Toca la siguiente pregunta: ¿Queda amor para volverlo a intentar? Depende de las hebras del tejido que se hayan roto ya no hay tela para zurcir.
- Reconocen que con el paso del tiempo te vas relajando, vas dejando de tener detalles bonitos y pequeñitos con el otro, sólo le reprochas lo que no te gusta del él/ella y va dejando de existir la paciencia…
- Y mi trabajo consiste en seguir el siguiente paso que ellos me vayan indicando. “Ya no quiero estar contigo”. O “Aunque esté roto, pienso seguir así…”. ¿Hasta cuándo lo aguantarán, enfermarán, se deprimirán?. Cada uno elige cómo vivir.

(Mª José Zaragoza 26-12-24).